Hoy soy Anna Allen




Ahí están psicólogos, neurólogos, psiquiatras y filósofos  de todo el país debatiendo sobre si padezco un trastorno de la personalidad, si sufro el síndrome de Folie a Deux, si tengo una personalidad excesivamente narcisista o si estuve aquejada de cierto tipo de carencias afectivas durante mi adolescencia. 
Ahí están los mecánicos de la ética, preguntándose si todo forma parte de una necesidad imperiosa de hacer caja, de mantenerme activa en el complicado mercado laboral o simplemente aventurándose a pensar que  mis "mentiras" forman parte de un macabro juego, alimentado por la voracidad de las redes sociales, de una extraña broma que se me ha ido de las manos. 
Ahí están mis colegas de profesión que se dividen entre la incredulidad y la estupefacción, sin saber muy bien en qué lado posicionarse. Algunos como José Coronado me defienden con la boca pequeña, otros piden mi cabeza en caso de que se demostrara que todo ha sido intencionado e incluso Macarena Gómez bromea con la necesidad de recrear mi vida en un filme al que se postula como interprete femenina. 
Ahí están los internautas que, desde que se hizo pública la noticia de mis usurpaciones de identidad, se están poniendo las botas a mi costa.  Sus ocurrentes fotomontajes me unen al pequeño Nicolás, a Barak Obama o a George Clooney o al Travolta de Pulp Fiction. 
Estoy, lo confieso, algo confusa con el revuelo que se está creando a mi alrededor. Creo que voy a llamar esta misma tarde a mi hermano Woody. Seguro que sabrá darme un buen consejo. 


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