Hoy Soy Gladys Scott


Nuestra historia (la mía y la de mi hermana Jamie) fue foto de portada del diario El PAIS el pasado sábado 8 de enero. Bajo nuestra imagen, sonrientes a bordo del automóvil que no condujo a la libertad, un pie de foto tan elocuente como aterrador: "Libres serán más baratas".
Tras pasar 16 años entre rejas por robar una cantidad indefinida que el juez estableció en el momento del juicio entre los 11 y los 200 dólares, hace unos días fuimos finalmente excarceladas. Pero nuestro pasaporte a la libertad nada tiene que ver con el convencimiento de que hemos pagado con creces la deuda contraída con la sociedad.
La razón última por la que el gobernador republicano de Misisipi, Haley Barbour, nos ha permitido ver algo de luz tras esta travesía oscura tiene un nombre: riñón.
Mi hermana Jamie sufre una grave insuficiencia renal que le obliga a pasar a diario por una diálisis para limpiar su sangre. Un procedimiento clínico que le cuesta al estado sureño unos doscientos mil dólares al año.
Ante este desorbitado gasto, el bueno de Barbour nos ha permitido abandonar el centro penitenciario con una condición: que yo done un riñón a mi hermana. De esta manera tan altruista el estado se ahorra una pasta gansa y el amigo Haley queda como un señor de cara a la opinión pública ( la tonta, claro).
Por supuesto, tanta buena acción condensada tiene letra pequeña. Por un lado, no se trata de un perdón sino de una suspensión de condena. Y por otro, el coste de la operación la hemos de pagar nosotras.
Lo que no ha dejado claro el señor Barbour es qué puede ocurrir en alguno de los dos siguientes supuestos:
- que mi riñón no sea compatible con el de mi hermana
- que Jamie o yo muramos en la operación
¿Mantendrá su palabra o ésta viene condicionada por el resultado de la operación quirúrgica?
Jamie y yo somos felices. Nada puede alegrarnos más que la libertad. Pero la actuación de los poderes públicos plantea demasiados interrogantes y exige una reflexión: ¿es ético que un simple riñón sustituya una pifia carcelaria como ésta?
Me consuela pensar que, al menos tenemos dos riñones. Porque, desde mi reciente libertad, no dejo de preguntarme con horror: ¿qué hubiera pasado si mi hermana hubiera estado enferma del hígado o del corazón?

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