Hoy Soy James Brewer


Con un hilo de voz me propuse confesar el secreto que supe guardar durante más de tres décadas. Estaba al borde de la muerte por culpa de un inesperado derrame cerebral y pensé que había llegado el momento de contar la verdad. En 1977 maté en Tennessee, cuna de un güisqui excelente, a mi vecino, un chaval que entonces sólo tenía 20 años de edad. ¿El motivo? Un ataque de celos. Jimmy Carroll, que así se llamaba el imberbe, intentó seducir a Dorothy, mi mujer. Y por ahí no paso, no señor. Me lo cargué de un certero tiro en el abdomen y me largué con ella a Oklahoma donde he logrado evitar mi encarcelamiento durante estos 32 años. Hasta que el maldito derrame ha hecho aflorar en mí ese sentimiento de culpa que me ha acompañado (o eso creo) durante todo este tiempo.  Y he confesado ante la policía, consciente de que me quedaban pocas horas de vida. Sí chicos, yo la maté. Pero lamento anunciaros que me muero y que ya no me podrán juzgar por aquello. Así que, au revoir.
¿Hasta siempre?
No sé cuanto tiempo llevo durmiendo. Continúo en la misma habitación en la que confesé a unos polis mi implicación en el asesinato. Sigo vivo pero estoy atado con unas esposas a la cama. Y lo más fascinante de todo es que ahora me enfrento a una pena de muerte por asesinato. 
¿Quieres que te cuente un secreto? Pon el corazón. No suelo fallar con mi primer disparo. 

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